La víspera de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, me llamó la atención un titular de The New York Times que decía: “Detrás de la ira electoral podría haber algo más: el duelo persistente por la covid”. Explican los autores que “la pandemia trajo un dolor inmenso por la muerte de seres queridos, los funerales de amigos y las celebraciones perdidas. Hubo enormes consecuencias económicas y sociales para todos”. Los jóvenes no tendrán una segunda oportunidad “para los años de la secundaria o la universidad arruinados por la crisis”. La reverenda Amy Greene, directora de cuidado espiritual de la Cleveland Clinic, un centro médico académico sin ánimo de lucro, sugiere que “gran parte de la rabia, la angustia y la animosidad” que prevalece en la población en este momento es “un duelo no procesado”.