
Al entrar en la galería central del Museo del Prado aparece La Asunción del Greco. Un cuadro monumental ante el que hay que ponerse en frente y confiar en tener a punto las cervicales para recorrer metros de pintura —de apariencia fresca, con imaginación hasta se huele la pincelada— que representan la asunción de María a los cielos sin referencias evangélicas. Con un poco más de ingenio, se puede hasta ver al gran pintor cretense, recién llegado a España, en una iglesia de Toledo, ante el que sería uno de sus primeros grandes encargos: tres retablos del monasterio de Santo Domingo el Antiguo. Ocho de las nueve piezas que el artista realizó para este espacio se pueden ver hasta el 15 de junio reunidas por primera vez en la pinacoteca madrileña en la muestra El Greco. Santo Domingo el Antiguo.