La cultura conoce bien la invasión de las máquinas. La ha imaginado en decenas de películas, novelas o videojuegos. Ahora, sin embargo, miles de artistas creen que la distopía amenaza su vida real. Y resulta mucho más lista y sutil: por eso la llaman inteligencia artificial (IA). Nada de robots con ametralladoras, sino programas capaces de robarles sus obras y, luego, su trabajo y dinero. En concreto, el sector musical y el audiovisual corren el riesgo de perder, respectivamente, una cuarta y quinta parte de sus ingresos globales para 2028, según el primer estudio sobre el posible impacto económico en las artes de la IA generativa si su avance no se regula, encargado por Cisac, la organización mundial que reúne a las principales entidades de gestión del derecho de autor. Material, y por fin números, para alimentar un debate decisivo para el presente y futuro del sector. Y, sobre todo, hallar soluciones.