La apología de la neutralidad equidistante y objetiva suele ser patrimonio de quienes prejuzgan el partidismo irrefrenable de los demás, en un lado y otro (sin que los afecte a ellos, por supuesto). El Confidencial podría llevarse de calle el primer puesto en el ranking de esta autopercepción, y algunos de sus mejores colaboradores también, como José Antonio Zarzalejos y Ramón González Ferriz (con él precisamente departí amigablemente hace unos días sobre este mismo asunto, y acaba de escribir sobre ello en ese digital). Enarbolar la bandera de la neutralidad convierte al portador de forma automática en un hombre justo, ajeno a la diatriba lamentable de los medios miserablemente partidistas y el único capaz de decirle las verdades al poder (en particular, el poder de La Moncloa). Por eso, González Ferriz echa de menos que los medios de izquierdas (por contraposición, se supone, a los medios de derechas menos El Confidencial, que no es de uno y ni de otro sino impávidamente neutral) no sacudan al Gobierno como le convendría a Pedro Sánchez, para ver si así mejora y prospera adecuadamente.