El anuncio, finalmente, fue que no habría anuncio. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, había prometido el martes, como tantas otras veces en su manera de jugar con el tiempo, que nombraría a un primer ministro en 48 horas. El plazo terminaba el jueves por la tarde. Las quinielas estaban hechas, el jefe del Estado adelantó su regreso de Varsovia, condición necesaria —estar en suelo francés— para designar a un jefe del Gobierno. Y cuando todo el mundo se preparaba para recibir el nombre, el Palacio del Elíseo anunció que el nombre no se conocería hasta el viernes por la mañana.
