
El agua estancada, espesa y muy sucia forma un charco gigantesco en mitad de la calle. Todo está aún lleno de lodo. O eso creían los vecinos hasta que llegaron los desatascadores de Córdoba y descubrieron que lo más líquido no era barro, sino aguas fecales. “Vamos, que llevamos semanas rodeados de mierda”, resume un vecino asqueado. Cuando te asomas a alguno de los garajes que todavía están inundados, y llenos de coches y de todo tipo de papeles y muebles podridos de los trasteros, dan ganas de vomitar. Es domingo, 24 de noviembre. Han pasado 26 días desde que la dana arrasó esta pequeña avenida, pero hay cosas que parecen congeladas en el tiempo. La calle sigue teniendo un aire apocalíptico que se ha quedado estancado. Como el barro, como las aguas fecales.