Desde mediados de noviembre, una oleada de misteriosos avistamientos de drones —sobre todo en Nueva Jersey, pero ahora también en Nueva York y otras zonas del este de EE UU— ha alimentado teorías de la conspiración, un reguero de misteriosas especulaciones en internet y la consabida dosis, cuando no psicosis, de inquietud. Legisladores de ambos partidos presionan al Gobierno federal para que dé explicaciones creíbles sobre la vorágine de vuelos, algunos de los cuales, según han confirmado las autoridades, han bordeado instalaciones militares y el campo de golf de Donald Trump en Bedminster (Nueva Jersey).
